NOVENA DE NAVIDAD
NOVENA DE NAVIDAD 🎄 DÍA 1 Vamos a afianzar nuestros valores de modo que la navidad sea lo que debe ser; una fiesta dedicada a la RECONCILIACIÓN. Dedicada al perdón generoso y comprensivo que aprenderemos de un Dios compasivo. Con el perdón del Espíritu Santo podemos reconciliarnos con Dios y con los hermanos y andar en una vida nueva. Es la buena noticia que San Pablo exclamó en sus cartas, tal como leemos en su epístola a los Romanos 5. 1 – 11. Vivir la Navidad es cancelar los agravios si alguien nos ha ofendido, y es pedir perdón si hemos maltratado a los demás. Así, del perdón nace la armonía y construimos esa paz que los ángeles anuncian en Belén: paz en la tierra a los hombres que aman al Señor y se aman entre sí. Los seres humanos podemos hacernos daño con el odio o podemos ser felices en un amor que reconcilia. Y esa buena misión es para cada uno de nosotros: ser agentes de reconciliación y no de discordia, ser instrumento de paz y sembradores de hermandad.
Segundo día de novena dedicado a la COMPRENSIÓN. Comprensión es una nota distintiva de todo verdadero amor. Podemos decir que la Encarnación de un Dios que se hace hombre puede leerse en clave de ese gran valor llamado comprensión. Es un Dios que se pone en nuestro lugar, que rompe las distancias y comparte nuestros afanes y nuestras alegrías. Es gracias a ese amor comprensivo de un Dios padre que somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Dios, como afirma San Juan nos muestra la grandeza de su amor y nos llama a vivir como hijos suyos. Leer la primera carta de Juan 3, 1 – 10. Si de verdad actuamos como hijos de Dios no imitamos a Caín si no que “damos la vida por los hermanos” (3, 16). Con un amor comprensivo somos capaces de ver las razones de los demás y ser tolerantes con sus fallas. Si la NAVIDAD nos torna comprensivos es una excelente Navidad. Feliz Navidad es aprender a ponernos en el lugar de los demás.
Tercer día dedicado al RESPETO. Una cualidad del amor que nos mueve a aceptar a los otros tal como son. Gracias al respeto valoramos la gran dignidad de toda persona humana hecha a imagen y semejanza de Dios, aunque esa persona esté equivocada. El respeto es fuente de armonía porque nos anima a valorar las diferencias, como lo hace un pintor con los colores o un músico con las notas o ritmos. Un amor respetuoso nos impide juzgar a los demás, manipularlos o querer moldearlos a nuestro tamaño. Siempre que pienso en el respeto veo a Jesús conversando amablemente con la mujer samaritana, tal como lo narra San Juan en el capítulo cuatro de su evangelio. Es un diálogo sin reproches, sin condenas y en el que brilla la luz de una delicada tolerancia. Jesús no aprueba que la mujer no conviva con su marido, pero en lugar de juzgarla la felicita por su sinceridad. Actúa como buen pastor y nos enseña a ser respetuosos si de verdad queremos entendernos con los demás
Cuarto día dedicado a la SINCERIDAD. Una cualidad sin la cual el amor no puede subsistir, ya que no hay amor donde hay mentira. Amar es andar en la verdad, sin máscaras, sin el peso de la hipocresía y con la fuerza de la integridad. Sólo en la verdad somos libres como lo anunció Jesucristo: Juan 8, 32. Sólo sobre la roca firme de la verdad puede sostenerse una relación en las crisis y los problemas. Con la sinceridad nos ganamos la confianza y con la confianza llegamos al entendimiento y la unidad. El amor nos enseña a no actuar como los egoístas y los soberbios que creen que su verdad es la Verdad. Si la Navidad nos acerca a la verdad es una buena Navidad: es una fiesta en la que acogemos a Jesús como luz verdadera que viene a este mundo: Juan 1, 9. Luz verdadera que nos aleja de las tinieblas nos mueve a aceptar a Dios como Camino, Verdad y Vida. Ojalá nuestro amor esté siempre iluminado por la verdad, de modo que esté también favorecido por la confianza.
Quinto día dedicado al DIÁLOGO. Toda la Biblia es un diálogo amoroso y salvífico de Dios con los hombres. Un diálogo que lleva a su culmen y su plenitud cuando la palabra de Dios que es su Hijo, se hace carne, se hace hombre, tal como lo narra San Juan en el primer capítulo de su evangelio. De Dios apoyado en la sinceridad, afianzado en el respeto y enriquecido por la comprensión, es el que necesitamos en todas nuestras relaciones. Un diálogo en el que a diario “nos revistamos de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”. Colosenses 3, 12. El diálogo sereno que brota de un sincero amor y de un alma en paz es el mejor aguinaldo que nos podemos dar en Diciembre. Así evitamos que nuestras casas sean lugares vacíos de afecto en los que andamos dispersos como extraños bajo el mismo techo. Dios nos concede a todos el don de comunicarnos sin ofensas, sin juicios, sin altanerías, con respeto y empatía, lo que genera acogida y mutua aceptación.
Sexto día para valorar la SENCILLEZ. Sencillez que es la virtud de las almas grandes y de las personas nobles. Sencillez que fue el adorno de María de Nazaret tal como ella misma lo proclama en su canto de Magníficat. «Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha mirado la humildad de su esclava» Lucas 1, 47 – 48 Navidad es una buena época para desterrar el orgullo y tomar conciencia de tantos males que acarrea la soberbia. Ninguna virtud nos acerca tanto a los demás como la sencillez y ningún defecto nos aleja tanto como la arrogancia. El amor sólo reina en los corazones humildes, capaces de reconocer sus limitaciones y de perdonar su altivez. Es gracias a la humildad que actuamos con delicadeza, sin creernos más que nadie, imitando la sencillez de un Dios que “se despojó de sí mismo y tomó la condición de siervo” Filipenses 2, 6 – 11. Crecer en sencillez es un estupendo regalo para nuestras relaciones. Recordemos que en la pequeñez está la verdadera grandeza y que el orgullo acaba con el amor.
Séptimo día para crecer en GENEROSIDAD. La generosidad es la capacidad de dar con desinterés, es la virtud en la cual el amor le gana la carrera al egoísmo. Es en la entrega generosa de nosotros mismos donde se muestra la profundidad de un amor que no se agota en las palabras. Y eso es lo que celebramos en la Navidad: el gesto sin par de un Dios que se da a sí mismo. Lo destaca San Pablo: “espero que también se distingan en generosidad… Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza”. Es un pasaje bíblico en que el apóstol invita a los Corintios a compartir sus bienes con los necesitados. 2Cor 8, 7 – 15. Sabemos amar cuando sabemos compartir, sabemos amar cuando damos lo mejor de nosotros mismos en lugar de dar sólo cosas. Tomemos pues, la mejor decisión: dar cariño, afecto, ternura y perdón; dar tiempo y dar alegría y esperanza. Son los aguinaldos que más valen y no cuestan dinero. Demos amor, como decía San Juan de la Cruz: «Donde no hay amor pon amor, y sacarás amor. Recordemos que en la pequeñez está la verdadera grandeza y que el orgullo acaba con el amor».
Octavo día para afianzar la FE. Una fe que es firme cuando nace una relación amistosa con el Señor. Una fe que es auténtica está confirmada con las buenas obras, de modo que la religión no sea sólo de rezos, ritos y tradiciones. Necesitamos cultivar la fe con la Biblia, la oración y la práctica religiosa porque la fe es nuestro mejor apoyo en la crisis. Necesitamos una fe grande en nosotros mismos, en Dios y en los demás. Una fe sin vacilaciones como lo quería Jesús: Marcos 11. 23. Una fe que ilumina el amor con la fuerza de la confianza, ya que “el amor todo lo cree”. 1Cor 13, 7. La FE es la fuerza de la vida y sin ella andamos a la deriva. Razón tenía Publio siro al decir: el que ha perdido la fe, ya no tiene más que perder. ¡Qué bueno que cuidemos nuestra fe como se cuida un tesoro! ¡Qué bueno que nos puedan saludar como a la Virgen!: “Dichosa tú que has creído”. Lc 1, 45.
Noveno día para avivar la ESPERANZA y el AMOR. El amor y la esperanza siempre van de la mano junto con la fe. Por eso en su himno al amor nos muestra San Pablo que el amor cree sin límites y espera sin límites”. 1Cor 13, 7. Una fe viva, un amor sin límites y una esperanza firme son el incienso, el oro y la mirra que nos dan ánimo para vivir y coraje para no decaer. Es gracias al amor que soñamos con altos ideales y es gracias a la esperanza que los alcanzamos. El amor y la esperanza son las alas que nos elevan a la grandeza, a pesar de los obstáculos y los sinsabores. Si amamos a Dios, nos amamos a nosotros mismos y amamos a los demás, podemos lograr lo que sugiere San Pedro en su primera carta: “estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza. Con dulzura, respeto y con una buena conciencia”. 3, 15 – 16. Si encendemos la llama de la esperanza y el fuego del amor, su luz radiante brillará en el nuevo año después de que se apaguen las luces de la navidad.